
Usar el nombre y los pronombres con los que cada persona se identifica es una de las muestras más simples —y a la vez más importantes— de respeto. Sin embargo, los estereotipos sobre el género todavía generan confusiones, especialmente en ambientes médicos donde los procedimientos suelen estar cargados de ideas tradicionales. Esta fue la realidad que vivió Bennett Kaspar-Williams, un hombre transgénero de 37 años, cuando dio a luz a su hijo Hudson en octubre de 2020. Aunque en su documentación y formularios médicos estaba claro que su identidad es masculina y que sus pronombres son “él/lo”, el personal de salud insistió en llamarlo “madre”, una experiencia que le provocó un gran peso emocional en uno de los momentos más sensibles de su vida.
Bennett descubrió que era una persona trans en 2011 y comenzó su proceso de transición en 2014. Durante esos años se sometió a una cirugía superior para adecuar su cuerpo a su identidad, pero decidió no realizarse ninguna intervención en la parte inferior de su cuerpo. Esta decisión, tomada por razones muy personales, le permitió conservar la capacidad de gestar y, más adelante, cumplir su deseo de tener un hijo biológico. Para él, el embarazo fue una experiencia de profunda alegría y orgullo, pero la constante confusión y la falta de respeto a su identidad por parte de algunos profesionales de la salud hizo que viviera el proceso con sentimientos encontrados.

Aunque en todos los documentos oficiales se especificaba su identidad masculina, los prejuicios y las normas sociales alrededor del parto seguían imponiéndose. Para muchos, la idea de que un hombre pudiera dar a luz parecía imposible. Bennett explicó después que la disforia de género que sintió durante el embarazo no se debió a los cambios físicos, sino al hecho de ser etiquetado como “madre”, un rol con el que nunca se identificó. De hecho, él mismo compartió que solo pudo disfrutar plenamente de su experiencia como padre cuando logró separar mentalmente el embarazo de las expectativas sociales vinculadas a la feminidad.
Su historia recuerda la de Freddy McConnell, otro hombre transgénero que en 2019 decidió tener un hijo y cuya experiencia fue documentada de manera pública. McConnell, quien desde la infancia había vivido con disforia de género, encontró en su transición la posibilidad de vivir plenamente. Para él, tener un hijo biológico fue una decisión consciente y práctica: usar las capacidades de su cuerpo para crear una familia, sin que eso significara dejar de ser quien es. En su caso, a diferencia de Bennett, contó con un equipo médico que comprendió y respetó su identidad, lo que le permitió tener un parto lleno de apoyo y confianza.

Hoy en día, tanto Bennett Kaspar-Williams como Freddy McConnell están orgullosos de criar a sus hijos como padres. Lejos de ocultar sus vivencias, Bennett habla abiertamente de su experiencia para ayudar a que la sociedad comprenda que la paternidad no depende de un solo modelo. “Nada me hace sentir más fuerte que poder decir que soy un papá que trajo a su propio hijo al mundo”, comenta con orgullo. Su mayor ilusión es que, cuando Hudson crezca y pueda entenderlo, vea con naturalidad que fue su padre quien lo llevó en el vientre. Para él, esta verdad no solo es una parte esencial de su historia familiar, sino también un paso importante para normalizar las diferentes formas de crear una familia.
La experiencia de Bennett y Freddy abre un debate necesario sobre cómo entendemos el género y la paternidad. Muestra que la capacidad de dar vida no define quiénes somos ni limita la identidad de género. También invita a reflexionar sobre el papel de los profesionales de la salud: respetar los nombres y pronombres correctos no es un simple detalle, sino un acto fundamental de empatía que puede marcar la diferencia en momentos de gran vulnerabilidad.
En un mundo donde cada vez hay más visibilidad para las diversas realidades familiares, testimonios como el de Bennett Kaspar-Williams son un recordatorio de que la paternidad y la maternidad no se definen por estereotipos. Su historia es una poderosa lección de amor, valentía y respeto por la propia identidad, y demuestra que los lazos familiares se construyen desde el corazón, más allá de cualquier etiqueta.
Hoy, Bennett no solo celebra el crecimiento de su hijo Hudson, sino que también inspira a muchas otras personas a luchar por un futuro donde todos los padres, sin importar su identidad de género, sean reconocidos y respetados. Su relato es un ejemplo de que el amor y la determinación pueden derribar las barreras más profundas y abrir camino a una visión de familia más inclusiva y libre de prejuicios.